Por equipo Mujer X Mil
Hay un frío que no se nota en la piel, pero se filtra en la mirada.Y hay un calor que no quema afuera, pero arde por dentro.Las mujeres en roles de poder conocen esa dualidad con precisión quirúrgica. Son líderes, estrategas, inversionistas, políticas, empresarias… pero muchas veces, al cerrar la puerta de la oficina, también son mujeres que aman en silencio.
El sistema nos enseñó a frenar el pulso, no la estrategia.
Nos dijeron que mostrar amor podía debilitarnos. Que decir “te extraño” podía costarnos autoridad. Que llorar en una reunión podía tirar abajo años de reputación. Entonces hicimos lo que mejor sabemos hacer: lideramos con la cabeza, y fuimos heladas con el corazón. Aunque por dentro, nos quemáramos de deseo.Ese es el costo no dicho del liderazgo femenino:construimos imperios sin dejar espacio para sentir.
El amor no confesado se vuelve una prisión elegante.
Seguimos avanzando, sumando logros, creciendo en patrimonio… pero hay una parte nuestra que quedó detenida. No se trata de dependencia emocional, ni de idealismos románticos. Se trata de algo más vital: permitirnos sentir en voz alta sin miedo a perder lo que conquistamos.
La frialdad emocional no siempre es elección. A veces es mecanismo. A veces, defensa.
Pero también puede ser un límite invisible que nos seca por dentro, aún rodeadas de todo lo que soñamos. El silencio emocional también es una renuncia. Y nadie debería tener que renunciar a su humanidad para sostener su trono.
¿Qué pasa si decidimos unir el frío y el calor?
¿Qué pasa si lideramos sin dejar de arder?Si aprendemos a decir lo que sentimos sin temor a ser menos. Si el nuevo poder no es esconder, sino habitar la emoción con la misma autoridad con la que firmamos contratos.Confesar no es debilidad.Es revolución.Porque una mujer que se atreve a amar con el mismo ímpetu con el que lidera…es una mujer verdaderamente en fuego.
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